El director Manolo Caro hace comedias fresas, ligeras, medio hipsters con un toque almodovariano al que no le preocupa si su historia es coherente o cursi, la farsa y el chantaje es lo suyo.
Amor de mis amores es su nueva película y repite la fórmula de No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (ambas empezaron como obras de teatro) donde las relaciones de pareja prácticamente son un desmadre.
Pero Caro ha encontrado una fórmula exitosa para sus proyectos y le va bien con los espectadores, a quienes les gusta ver a actores “famosos” de la televisión sufrir y que conecta con su humor y estilo.
Amor de mis Amores narra la vida de dos parejas, la primera compuesta por Lucía (Sandra Echeverría) y Carlos (Juan Pablo Medina) y Ana (Marimar Vega) con (León) Sebastián Zurita, quienes planean su boda y se preparan para casarse pero todo sale mal y las historias (de manera increíble) se conectan entre todos.
La complicación del amor, la traición, la infidelidad y un toque de humor hace que la película de Manolo Caro comience bien entre la Condesa y Madrid, España, para dar paso a algunas vueltas de tuerca en la historia en donde se presentan algunas situaciones inverosímiles y de caricatura.
Digamos que la película se acerca a lo que se conoce como una chick flick de ésas que se acompañan con bote de helado y que apuesta por el humor facilón , la fantasía y la freses que elude la realidad y el el drama que provocarían situaciones así.
En medio de todo éste “cuentito” bien filmado, por cierto, aparecen personajes interesantes como Shaila (Mariana Treviño), quien da vida a un travesti, Astrid Hadad y, fugazmente, Rossy de Palma, sí, la musa de Almodovar y muchos de los amigos del director, quien no duda en homenajear al director español.
Manolo Caro no es un genio y su película es medianamente divertida, la cual termina repleta de clichés sobre el amor y la pareja, filmada con inocencia y con muchas aspiraciones que se queda corta ante proyectos mexicanos como Sexo, pudor y lágrimas o Sólo con tu pareja.
Amor de mis amores puede ser muy efectiva en la taquilla y entre el público que quiera sentarse a comer palomitas y a reírse del amor y la desgracia ajena .
Fuente: El Economista
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